Santiaguero desde lo
más profundo, como un llamado de estirpe, José Soler Puig solo escribía cuando se encontraba en su
ciudad aunque estuvo trabajando en diferentes lugares del país. Afirmaba que
escribir era una cuestión de mucha disciplina y amor y eso lo sentía en el
terruño.
Por eso, su primera novela, Bertillón 166, tuvo una
protagonista fuerte y seductora, la ciudad de Santiago de Cuba, en el momento
de la clandestinidad, en la lucha sin cuartel contra la dictadura de Fulgencio
Batista Zaldívar.
En el año del centenario
de su natalicio, 2016, se reeditó la novela
con que se dio a conocer en 1960 y que ganó el premio Casa de las
Américas en su primera edición; obra cardinal de la novelística en la época
revolucionaria. Luego de este lauro se radicó en La Habana y se dedicó a crear libretos para la radio y colaborar en el cine con el guión del cuento
"Año nuevo", que cerró la trilogía fílmica Cuba 58, y con el de la
película Preludio once. Ambas se estrenaron a principios de la década del
sesenta.
Miembro del ICAIC
cuando se produjo el ataque a Playa Girón, participó filmando escenas de
diferentes batallas en el territorio de la Ciénaga de Zapata. Entre 1961 y 1963
publicó otras narraciones, en Bohemia y en la revista del Instituto Nacional de
Reforma Agraria (INRA).
Antes del triunfo revolucionario, recorrió el país
trabajando en diferentes sectores, desde la Isla de la Juventud hasta Guantánamo;
buscavidas y jornalero, hurgaba en los pareceres de quienes se encontraba en el largo camino de su
existencia y cuando se dedicó a la narrativa, nada ni nadie lo interrumpió, sabía que había llegado un poco tarde,
después de los 40 y entonces no hubo obstáculos para retratar con palabras a
los ardores de la ciudad, sus personajes y
haceres…
Quienes eran asiduos a su hogar del reparto Sueño
comprendían y sabían que cada gesto o frase del escritor representaba una enseñanza; de hecho se convirtió en guía y maestro.
La época en que asesoraba al Cabildo teatral Santiago fue
muy fecunda: en el 1981, su cumpleaños 65 lo festejaron en la escalinata de
la calle Habana, una auténtica barriada
santiaguera y allí disfrutó al estilo
relacionero de su obra “El macho y el guanajo”… plenamente feliz se veía el
artista compartiendo con el pueblo que amó y lo transformó en un prosista
universal. En 1988 la EGREEM editó el
disco "Encuentro con Soler Puig", con fragmentos de su vida y sus
novelas en su propia voz.
Con frecuencia, él repasaba la manera en que se disciplinó para
el oficio y sus métodos especiales: copiar textos largos y tratar de memorizar
grandes ficciones y repetir las propias,
como por ejemplo “El Caserón”, que la escribió 7 veces…. Afirmaba ser cómplice de
los personajes, tanto así que muchos de ellos pertenecían a su
personalidad con las contradicciones y
preguntas de profundos aspectos en el
devenir humano.
El primer consejo que entregaba a los noveles lo afirmaba
despacio, “a escribir se aprende leyendo y escribiendo aunque no seas un hombre
culto”. Exponía su propio ejemplo de autodidacta y de ejercitar la escritura diariamente
durante horas; el resultado se evidencia
en una obra repleta del peregrinar cubano, los protagonistas emanaron de la
cotidianidad citadina, enraizándose en cada época que revivía con su pluma.
Repasando algunas de sus novelas, nos damos cuenta de la
concepción de clases que su creador les imprimía: “Bertillón 166” es una
denuncia a la tiranía batistiana, desde la semblanza de un día de crímenes en Santiago y la reacción
clandestina de su pueblo; “El pan
dormido” refleja la vida de su familia como panaderos y su relación con otros
sectores sociales como la pequeña burguesía; “El Caserón” representa 2 épocas narradas y la situación imperante en cada una de
ellas; “Un mundo de cosas” se nutre a partir de una familia fabricantes de ron
desde la colonia hasta 1970. Otras como
“El nudo” y “Ánima sola” se refieren también a diferentes contextos
santiagueros.
En cambio, “Una mujer”, él mismo lo declaró, que casi no
había puesto nada de su imaginación. Fue su compañera de vida, Shila, que le
contó un día todo el devenir en su existencia y el sendero tortuoso de
necesidades. Es de sabio comprender que detrás de un gran hombre, hay una
tremenda mujer. Y ese es un ejemplo incuestionable.
Bien lo reseña el
investigador Juan Manuel Reyes
cuando acentuó que Soler Puig novelando,
fue uno de los mejores promotores de nuestra historia, exponiendo con sencillez disímiles aportes impregnados del
apego y amor entrañable al paisaje oriental cubano. Alejo Carpentier enunció
que constituía un escritor nato, por encima de los diferentes modos de ver y
hacer.
Una vez Soler Puig contestó de forma magistral en una
entrevista cuando le preguntaron qué si
él era el novelista de Santiago: “Yo no pretendo mostrar a Santiago ni hacer su
historia. Lo que ocurre que uno necesita un escenario para escribir. Nací aquí,
me crié aquí, aunque no soy un conocedor profundo de la historia de la ciudad,
conozco a Santiago y a los santiagueros. En otro lugar no me sentiría bien a la
hora de escribir. El derrumbe lo comencé en la Habana, pero que va, no podía,
tuve que venir para acá”… Y luego concluyó que” Santiago es una ciudad segura
de sí misma, muy capaz de conseguir lo que ambiciona, muy dada a la lucha. No
es regionalista; por Cuba, Santiago fue a pelear hasta Guane”.
Cuba y la
narrativa reciprocaban el amor y la
dedicación al santiaguero que fue
incansable en su excepcional hacer de escritor. Durante todo este año, los
cubanos conmemoran el centenario su
natalicio y en particular, Santiago de Cuba, le brinda sus más altos
sentimientos de gratitud.
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