En busca de Jorge Lefebre en su ciudad natal.
Por María Elena López Jiménez
La casa de calle H no. 60 del reparto Sueño de Santiago de
Cuba sigue con sus recuerdos y los moradores aún conservan los momentos que el
destacado coreógrafo Jorge Lefebre se reencontró con el sitio exacto donde
nació. “No hay olvido, dijo, esta habitación fue el primer refugio de mi
infancia”.
Los vecinos más antiguos de la barriada recuerdan con cariño
a Pachicho como le apodaban de niño y jovencito. Así testimonian Esperanza
Quintana y Ricardo López; de familia muy humilde, la madre se dedicaba a la
costura para el principal sustento de la casa; su paso para la capital cubana
fue con mucho sacrificio y tuvo que retornar a su ciudad de donde logró viajar
a Estados Unidos con ayuda de amigos, entre ellos, la conocida pianista Dulce
María Serret.
El destacado santiaguero corrió mundo y en muchos escenarios
demostró su talento hasta la hora de volver a su tierra; era una deuda con los
coterráneos que lo admiraban y amaban entrañablemente… Y su viaje, en el que sembró la simiente para
la creación del Ballet Santiago, era su adiós definitivo. Corrían los años 80
del siglo XX cuando regresó con un mundo
de sueños por realizar; la ciudad le brindó lo que quiso: un mestizaje de lo
clásico con lo afrocubano.
¿Dónde podría encontrar la fusión exacta para un ballet?.
Se facturó el proyecto de un documental que ha permanecido
trunco; el realizador también desapareció físicamente, queda su guionista, quien busca
incesantemente los vestigios de imágenes e información que un día compiló. Las
obras “Ercilí” y “Consagración” se conservaban en los archivos de Tele
Turquino. Ellas hablaban de la unión apasionada con el Ballet Real de Wallonie
de Bélgica, el Ballet de Camagüey, alumnos de la escuela vocacional de Arte
José María Heredia de la provincia y los conjuntos, Folclórico de Oriente y
Cutumba.
Los estrenos fueron en el Teatro Oriente en 1988, todo un
acontecimiento; el destacado coreógrafo vivió momentos únicos en su corta
estancia pero intensa de trabajo con sus coterráneos… Disfrutó como nadie ese
año del Festival del Caribe, del andar ondulante de los hijos de esta ciudad,
de su música, costumbres y haceres.
Parecía que Santiago de Cuba le daba a conocer todo lo que
no vivió en su ausencia… En 1990 desapareció un día hasta que los medios de
difusión publicaron la noticia: Jorge Lefebre ha muerto aquejado de una grave
dolencia, en Charleroi (Bélgica) el 15 de mayo de 1990… Lefebre dirigía el
Royal Ballet de Wallonie, en Bélgica hasta el mismo instante de su desaparición
física.
En distintos páginas virtuales se relata muy escuetamente su
trayectoria: “es un artista que desarrolló su obra lejos de Cuba y dentro de
las concepciones más contemporáneas del ballet por lo que no fue muy
representado por el Ballet Nacional de Cuba, apegado a la tradición clásica de
su directora Alicia Alonso.
A pesar de ello mantuvo un nexo con la cultura cubana, al
igual que su esposa Menia Martínez. Lo primero que le montó el Ballet Nacional
de Cuba fue “Edipo Rey” (1970), aunque también se bailaron sus obras en el de
Camagüey y la compañía de Danza Contemporánea.
En 1971 estrenó con el Ballet Siglo XX de Bejart, “La
sinfonía del Nuevo Mundo”, a la que siguieron “Salomé” (1975), “Yagruma”
(1975), “El pájaro de fuego” (1976), “La noche de los mayas” (1976), “Diálogo y
encuentro” (1978) y “La Caza” (1979).
En Lefrebre está muy presente el acento negro de la cultura
cubana, tanto en el modo de bailar como en los temas que escoge, poniendo a
dialogar la mitología clásica con la de su mundo afrocubano.
Linda mi tierra y su gente.
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